domingo, 11 de junio de 2023

LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA, ¿SUMA O LASTRA?

 



             


Estas reflexiones políticas que propongo, ajenas a la inteligencia artificial y próximas a la natural, ya sean del interés colectivo o de puro desahogo personal y filosófico, se cuelan en mi blog como algo inevitable. Los testigos de nuestro tiempo, los que utilizamos aquello que la tecnología del momento nos proporciona, los que intentamos ser protagonistas de la realidad que vivimos, los que no nos alejamos del mundanal ruido hasta que sintamos que nuestras fuerzas ya no perduran, debemos analizar los acontecimientos, los fenómenos que devienen.

La fenomenología toma de la filosofía de Kant el que desde el conocimiento humano sólo se accede a los fenómenos, a la razón no le es posible alcanzar el ser de las cosas, el carácter último de la realidad, sólo la aparición le es participada, el φαινόμενoν, y es únicamente este proceso de la experiencia el que se debe intentar comprender.

La razón última nadie la puede llegar a percibir porque no la podemos aprehender, el nóumeno, el objeto no fenoménico que no pertenece a una intuición sensible sino a una intelectual o suprasensible, no es objeto que el hombre o la mujer lleguen a poder alcanzar. Pero en nuestro mundo actual, lo neuménico parece estar al alcance de las mentes preclaras de algunos partidos políticos, mejor, de los iluminados prohombres de algunas agrupaciones políticas.

Incursos en un nuevo periodo electoral se les pide a las bases de diversas formaciones políticas de la díscola y dispersa izquierda, que se pronuncien sobre la idea de concurrir juntas a unas elecciones generales, convocadas por uno de esos conspicuos dirigentes del momento, presidente del país a la sazón, y que ha tenido a bien hacerlo conforme a sus intereses particulares, y bajo el siempre acertado criterio del asesoramiento de gurús de la política, que ven la necesidad y el momento oportuno.

Aquellos y aquellas que venimos de Podemos, entramos en la vida política en un periodo de efervescencia que el movimiento del 15-M, en el que se participó directamente, o desde la distancia, aglutinó a muchos sectores de la sociedad con un espíritu crítico y renovador de una situación política estancada, corrupta, inmovilista y reaccionaria. Esos hijos e hijas de Podemos que participamos en asambleas, reuniones, votaciones, manifestaciones, y todo aquello propio de la izquierda comprometida, nos agrupamos en torno a una formación que pretendía, con un aire fresco e innovador, cambiar el sistema democrático que disfrutábamos y que no satisfacía los intereses de una inmensa mayoría de españoles desengañados de una palabrería fútil de políticos alejados de la realidad.

Pero claro, para aquellos grupos políticos previos a este movimiento, que permanecían en la insignificancia institucional, no se trataba sino de un acto de traición a lo que ya estaba representado en ellos. Esto produjo reticencias, enfrentamientos, disputas que solo el tiempo pareció limar.

Entre los siglos V y IV a.n.e, convivieron a la vez en Atenas dos corrientes antagónicas: los sofistas fueron filósofos y pensadores centrados en la retórica, el arte de hablar, y en la erística, el arte de persuadir y convencer, y por otro lado Sócrates y sus seguidores, defensores de la dialéctica y la mayéutica como medios para obtener la verdad. Unos bebían del relativismo personal y otros de la verdad universal, unos del individualismo en la percepción de la realidad y otros de una general y colectiva. Pero ironías de la Historia, los relativistas creían en la democracia como un sistema de consensos por personas formadas, mientras que los socráticos no creían en este sistema porque políticos ignorantes podían alcanzar el poder. ¡No sé en quién estarían pensando!

Tras la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.n.e., y de su maestro, y maestro de todos nosotros, Aristóteles, surge el periodo conocido como helenístico, donde aparecen las grandes escuelas filosóficas que, en oposición a la Academia platónica y el Liceo aristotélico, pusieron la salvación individual en el centro de sus problemas. Frente a los estoicos, los epicúreos y los escépticos, corrientes conocidas y defendidas aún hoy día con sus las lógicas variaciones, fijemos los ojos en una de ellas, los cínicos, que no han pasado al conocimiento general como sustantivo que designe a los defensores de esta corriente, sino como un adjetivo que designa a quien actúa por falsedad o desvergüenza descarada. ¿Cómo ha llegado este término a significar esto?, cuando los cínicos originarios enseñaban que la felicidad y la virtud se pueden alcanzar ajenas a las condiciones de vida exteriores, al desprecio de las instituciones y a las convenciones sociales, a la restricción de las necesidades y al retorno al estado natural. ¿Quién no conoce a Diógenes de Sínope?, el que vivía en una tinaja, y que igual que el resto de cínicos tenía una gran obsesión con la libertad. ¡No!, no es la misma libertad de la libérrima Ayuso, la suya pasaba por entender que los seres humanos lo tenemos todo para ser felices, y no creo que incluyera en ese “todo” a las terrazas en la vía pública. La vida del perro era su ideal, hoy les diríamos perroflautas.

Esta defensa de la austeridad, la autosuficiencia, la falta de boato exterior se fue relajando en generaciones posteriores de cínicos y algunos de ellos llegaron a vivir como adinerados en suntuosas mansiones, cuando predicaban lo contrario, principal motivo de que el término llegara a nuestros días con la significación que conocemos. ¿Nos rememora esto a algo perecido en la actualidad?

Podemos se organizó en Círculos territoriales autónomos, propuso una sociedad más igualitaria, defensora del feminismo, de la justicia social, de los colectivos marginados, de una democracia participativa, de todo aquello que nos dignificaba como hombres y mujeres realmente libres. ¿Pero qué pasó?, ¿dónde quedó todo esto?, ¿dónde fueron las ilusiones de muchos de sus seguidores?

Los Círculos territoriales, hoy prácticamente desaparecidos, no son controlados por sus propios miembros, siguen instrucciones del aparato del partido. Quienes criticaron en su día unas primarias manipuladas y una falta de participación directa y democrática en la elección de cargos fueron apartados de la vida del partido; quienes pedían claridad y transparencia en la gestión de los recursos propios y públicos fueron obviados y apartados de todo protagonismo; quienes discreparon de las decisiones políticas y optaron por otras alternativas fueron vilipendiados, maltratados y humillados a través del escarnio público como felones. Una degradación de los principios que inspiraron este movimiento político le ha llevado a su práctica desaparición. Los que en su día fueron traidores son ahora los traicionados, feas palabras para quienes compartieron objetivos.

Todo esto me llevaba a pensar que una integración en una coalición entre Podemos y Más Madrid, auténtico heredero de los principios que inspiraron este movimiento político, se me antojaba impropia e inadecuada para quienes sufrimos las ingratitudes de quienes negocian su integración. Mi postura era contraria a la inclusión de Podemos en Sumar no por venganza, por mucho daño que su intransigencia dañara a los que eran compañeros, ni por la humillación que suponía imponer personas a quienes se presentaron a ser miembros de la Comunidad Autónoma de Madrid eligiendo a quienes debían acompañar al cabeza de lista, ni por pedir el acta de diputado del Parlamento español de quien fue fundador de la organización, ni por modificar consensos a última hora de las personas que optarían a las concejalías del Ayuntamiento de Madrid, ni por permitir la mofa de compañeros en asambleas de Círculos territoriales que tenían un pensar diferente, no, por eso no quería la no incorporación de Podemos a Sumar sino porque son un lastre para el objetivo común de impedir un gobierno de derechas que nos haga retroceder en la consecución de algunas mejoras sociales, pocas pero imprescindibles, adquiridas en estos cuatro años de gobierno progresista. Si no suman, lastran, y si lastran que vayan por su cuenta y recojan las migajas de apoyo ciudadano que la incompetencia de sus dirigentes, su nepotismo, su arrogancia, su egocentrismo, su amiguismo, su intransigencia y su ingratitud han sido merecedoras de ello.

Dicho todo esto, si mayoritariamente en Más Madrid, y en otras formaciones que se agrupan en Sumar, se acordó ir juntos de consuno con Podemos, forzado pero votado, no veo lógico la imposición de las personas que deben acudir por ese partido a configurar las listas que se han consensuado, no veo bien que se veten personas que son la esencia del partido, e igual que no vi razonable la imposición de nombres por parte de Podemos, tampoco lo veo razonable ahora por parte de quien condicionan a sus representantes.

¡No!, a ir con Podemos, pero como vamos, a muerte con la coalición y sin restricciones a los que deban ir en ellas, ordenados con la prelación que los últimos resultados electorales dieron a cada uno. Y si este partido está en pleno proceso de descomposición, tanto si se produce en la soledad de una concurrencia suicida como partido por separado, o diluida en una formación nueva y creada ad hoc para estas elecciones como es Sumar, el resultado es el mismo, su desaparición.

Desde la pena y pesar que produce en un antiguo miembro la insignificante presencia del actual Podemos en la vida política de este país, oportunidad única perdida, sólo queda luchar por los que son sus herederos legítimos en el ideal y con los métodos democráticos propios que utilizamos y utilizaremos en Más Madrid. ¡Que así sea!





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