Hoy me pregunto por qué trabajadores
asalariados votan partidos políticos de corte conservador si ciñéndonos al
ámbito laboral la realidad nos ha enseñado que estas formaciones vienen
defendiendo el beneficio empresarial frente al reconocimiento de quienes, en un
derecho tuitivo como el laboral, una de las partes tiene una posición
preminente frente a la debilidad económica de la otra.
Inmediatamente después me vuelvo
a preguntar si hoy sigue existiendo lo que se llamó en su momento el
proletariado, el conjunto de la clase obrera trabajadora empleada
principalmente en fábricas como operarios que sufrían los reveses de un
capitalismo salvaje causante del deterioro de la salud y la dignidad de quienes
no tenían otra salida que el sometimiento a las órdenes de los patronos.
Nos puede ayudar el origen de la
palabra proletario, “prole”, que en la Roma Imperial eran aquellos
descendientes de las clases más desfavorecidas cuya única posesión eran
sus hijos y los aportaban al ejército, término recuperado por Karl Marx para
considerarlo referido al conjunto de una clase social compuesta por personas
sin propiedades ni recursos, que solo disponían de la fuerza de su trabajo,
asalariados enfrentados con otra clase social, la burguesía, que disponía de
los medios de producción, de las fábricas.
Esto nos lleva a pensar si hoy
día, donde la mayoría de las personas trabajadoras somos asalariados y
asalariadas, incluyendo en esta consideración el ingente número de empleados
públicos existente, tenemos las características propias de lo que representaba
esa expresión. El pertenecer al proletariado significaba la falta de acceso a
la educación, a la cultura, a la sanidad de calidad, al ocio, a todas aquellas
necesidades que humanizan al hombre fuera de su animalidad y esto enlaza con lo
que estamos sufriendo en la actualidad de negación de todo aquello que
universaliza. No es que nuestra sociedad sea individualista, somos una sociedad
nominalista, y del mismo modo en que el filósofo Nelson Goodman quería eliminar
la teoría de conjuntos para fundamentar las matemáticas, los negacionistas
fundan el desprecio por lo colectivo sobre un irreverente libre albedrío bajo
un falso manto libertario.
Pero lo importante no es si nos llaman
obreros, especialistas, técnicos o cognitariado (personas con alta formación
académica y un salario por debajo de su cualificación), lo importante es que
sigue habiendo trabajadores/funcionarios que sufren el desmedido deseo de
enriquecimiento por parte de determinados empresarios o las restricciones
presupuestarias por parte de determinados políticos acomodadizos.
¿Y qué sucede con los autónomos?
¿Son también proletariado? En la mayoría de los casos padecen de los mismos
problemas que los asalariados y ello sin hablar de los llamados “falsos
autónomos”, personas obligadas a darse de alta en el Régimen Especial de Trabajadores
Autónomos y cumplir con las obligaciones fiscales de éstos cuando en realidad
no disponen de ninguna autonomía para realizar su trabajo. También incluyo aquí
a los profesionales independientes por mucho que se articulen en colegios que
ejercen en ocasiones tareas directivas más que colegiales.
Quienes nacen en el seno de
familias con escasos recursos económicos solo disponen de sus capacidades y de
su esfuerzo para adquirir formación y habilidades que les hagan desarrollarse y
en muchos casos, aun teniendo la suerte de disponer de un trabajo, solo
consiguen salarios de subsistencia, duro es pasar apuros económicos por la
falta de trabajo, mucho peor es sufrir necesidades a pesar de tenerlo.
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