Por
qué aquellos que más cuestionan la autoría e identidad personal dejan una obra
tan personalista e identitaria, Nietzsche y Foucault lo
demuestran, siendo propio de ellos la comunión entre vida y obra, entre
realidad y pensamiento, sus trayectorias personales acomodaron decir y hacer y
aunque hoy no serían ejemplo de lo que entendemos como “la buena vida”, Aristóteles
se la reconocería por cultivar y desarrollar sus facultades
racionales, la razón humana como único elemento que separa lo humano de lo
animal y cuyo fruto es el bienvivir, es la honestidad.
Cuando
balbuceas explicaciones sobre determinadas actuaciones personales que derivan
de tu autonomía y libertad personal, tu obra se convierte en común y simplista,
careciendo de valor ejemplarizante consignas y llamamientos a la mejora de la
convivencia, das primacía a la autoría e identidad tan propia de nuestro tiempo
donde sobran los patrones a deconstruir.
Decía
George Berkeley (1685-1753), científico, obispo, filósofo y humanista,
destacado empirista y defensor del idealismo (todo existe en
la medida que podemos percibirlo con los sentidos a salvo lo espiritual), que
un filósofo es alguien que levanta una gran polvareda cuando trata un tema y
luego se queja de que no se puede ver con claridad, pues bien, se me ocurren
bastantes preguntas sobre el tema del poder: ¿por qué este afán desmedido por
conseguir el poder?, ¿todo el mundo lo quiere detentar?, ¿hay muchas clases o
es algo unívoco?, ¿es lo mismo poder que dinero?, ¿existen ricos sin poder y
poderosos sin dinero?, ¿pueden existir sociedades sin relaciones de poder?,
¿los poderosos se excluyen o se asocian?, ¿se puede renunciar al poder?, etc.
A estos interrogantes y a otros muchos más, se
podría contestar sin tener una certeza absoluta sobre los mecanismos que rigen
el complejo entramado de sinergias y antagonismos, de correlaciones y
oposiciones que rigen la atracción al poder. Sin duda, la persona que mejor ha
estudiado sus engranajes ha sido el filósofo, sociólogo, psicólogo e
historiador francés Michel Foucault quien, con su estilo de escritura
denso y críptico, estimó que está presente en todas las instancias de la
sociedad donde cada institución ejerce un cierto grado de control coercitivo
sobre el individuo, marcando todas las relaciones humanas la lógica de esas
luchas por el poder.
No entendió este pensador que sus estudios fueran a
analizar los fenómenos del poder sino la creación de una historia de los
diferentes modos de subjetivación del ser humano en nuestra cultura,
siendo la falta de herramientas para tal estudio la que obligaba a recurrir a
maneras de pensar sobre el poder con base en los modelos legales, en modelos
institucionales, en preguntarse por el Estado. El poder no es una cuestión
teórica, forma parte de nuestra experiencia, y fueron los procedimientos de
nuestra racionalidad política los que llevaron a las dos formas patológicas del
poder, el fascismo y el estalinismo, por eso necesitamos una
nueva economía en las relaciones de poder, siguiendo al que fue uno de sus
grandes referentes, Immanuel Kant, el papel de la filosofía es
impedir que la razón vaya más allá de los límites de lo dado por la experiencia,
y vigilar los poderes excesivos de la racionalidad política forma parte de
ello, algo que entendía era pedirle demasiado.
Siguiendo su argumentación, se debería avanzar
hacia una economía más empírica en las relaciones de poder y por eso es
necesario tomar como referente las formas de resistencia contra los
diferentes tipos de poder, para entender la cordura deberíamos investigar lo
que sucede en el campo de la locura (frenopáticos), la legalidad en el de la
ilegalidad (cárceles). Su conclusión es que el problema político, ético, social
y filosófico no consiste en liberar al individuo del Estado, y de sus
instituciones, sino liberarnos del Estado y del tipo de individualización que
se le vincula, fomentar nuevas formas de subjetividad, rechazando las que se
nos han impuesto durante siglos.
En el comunismo como fase superior del socialismo, se eliminaría el Estado como forma de organización de unas clases sociales. Sin embargo, hay que preguntarse si es posible el socialismo en un solo país. Mientras unas clases se enfrentan a otras, el Estado es la fuerza coercitiva para asentar el poder.
ResponderEliminarDesde la praxis comunista nunca se ha llegado a eliminar el Estado, y sin su fuerza coercitiva difícilmente se puede entender el poder gubernamental conquistado por "las masas obreras", por eso, el Estado proletario, última forma con la cual fenece, no puede renunciar a su esencia violenta tan criticada por el anarquismo.
ResponderEliminarSobre la internacionalización como única vía para la desaparición de la componente coactiva de los Estados, entiendo sería intervenir sobre el territorio cuando el problema se encuentra en los individuos, sin un cambio en el ser humano como creación reciente, que decía Foucault, o como algo a superar, que decía Nietzsche, difícilmente habrá una sustitución de esta forma de organizarnos.