Tratado
previamente por San Agustín, sin embargo, fue Leibniz quien
empleó el término teodicea por primera vez en su libro Ensayo de
Teodicea, en un intento por demostrar, a pesar del mal, la
existencia de Dios como creador del “mejor mundo de los posibles” sobre
principios de racionalidad, libertad individual y el propio reconocimiento de
la existencia del mal.
Filósofos
medievales, e incluso algunos ya renacentistas, entendieron que la Creación
correspondía al modelo de un Cosmos, un mundo ordenado donde el hombre era su
punto culminante en una cosmovisión que explicaba los sucesos de forma
teleológica, como fines: el sol es bueno para el crecimiento de las cosechas,
el hombre es bueno cuando obedece a Dios, último bien, y el mal es el resultado
de la ignorancia humana que en ocasiones no entiende que el exceso de sol y la
sequía limitan las cosechas y los alimentos como mecanismo que contribuye a la hambruna
y regulación poblacional.
El
panteísta Spinoza, ese rebelde amable, continuador de una concepción del
mundo ya presente en pensadores como Heráclito, Plotino o Giordano
Bruno, critica la explicación monoteísta que castiga tanto a justos como a
pecadores, y asimila la deidad al universo donde todo es naturaleza y esencia,
donde Dios o la Naturaleza están más allá del Bien o del Mal, tratando de
explicar el mal como carencia y donde los dioses no venden nada sin esfuerzo.
Mas
cerca de nuestros días, Paul Ricoeur entendió que todas las teodiceas
habían fracasado, fracasa en Leibniz, en Voltaire, en Rousseau
y fracasa también en Hegel donde el mal es una astucia de la razón
para armonizar las causas en el todo. Kant considera que nuestra actitud
debe ser combativa, única respuesta práctica que se puede dar porque los
intentos teóricos sobrepasan los límites de la razón y pronunciarse sobre ello
sería caer en el dogmatismo. Horkheimer y Adorno tras Auschwitz
entendieron que la tarea de la filosofía era pensar en los mártires anónimos de
los campos de concentración nazis, aunque sus voces finitas hayan sido selladas
por la tiranía.
Continuando
con Ricoeur, en la Biblia, además del esquema retributivo como
explicación mítica del pecado original, existe otro esquema explicativo del mal
como un escándalo inexplicable, una cuestión trágica, posición de Job,
que confía en Dios a pesar del mal, la tendencia al bien es más
fuerte que la propensión inerradicable hacia el mal, ese a pesar del mal
es la única posición legítima desde el cristianismo y Kant no postula
desde el mal, sino desde posiciones morales del hombre, desde el bien,
valorando Ricoeur más la bondad y la belleza que la vida, que el mal.
Dejando
en esta reflexión al margen el tema de la culpa, tratada ampliamente
tanto por Ricoeur como uno de los símbolos primigenios junto a la pureza
y el pecado, como por Freud con sus elementos patológicos, o como en Kolakowski,
al que se suele interpretar erróneamente porque nunca negó la ética de los
ateos como consecuencia del colorario de la sentencia de Iván de Los
hermanos Karamazov de Fiódor Dostoyevski, donde si Dios no existe todo
está permitido (su crítica era más bien a los empiristas que niegan la
ética por hablar puramente de emociones), digo, que dejando a un lado estas
importantes consideraciones imposibles de abarcar en esta pequeña valoración
general, si debemos, siguiendo a Nietzsche, criticar a ese tipo de
ateísmo moderno que trata al religioso como especie inferior que no es sino fruto
de simplistas interpretaciones que consideran el sentimiento religioso
únicamente desde el consuelo que produce. Ernst Bloch entendía que un
ateo que lo sea debe pensar en la posibilidad real de ser creyente, de igual manera
que un creyente debe hacerlo de la posible inexistencia de Dios, el
convencimiento tanto de uno como de otro no deja de ser eso, un convencimiento
indemostrable, en uno prima más el a pesar del mal, en el otro, la
existencia abrumadora del mal, pero en los dos casos se excede en la razón
teórica y se hace imprescindible pensar en la posibilidad real de la creencia del
otro.
Para
finalizar habría que citar, siquiera mínimamente, a Ludwig Wittgenstein porque
como bien decía, aunque algún día se resolvieran todas las posibles cuestiones
científicas, él además de filósofo era matemático, nuestros problemas vitales,
el qué debo haber y qué me debo esperar, preguntas kantianas a la ética y a la
religión, no habrían sido rozados en lo más mínimo, no se le puede pedir a la razón
instrumental lo que no puede dar, la ciencia es éticamente muda, la
ciencia tiene que tener en cuenta a la ética, pero la ciencia no se deriva de
la ética, por muchos avances científico-técnicos que lleguen a existir.
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