sábado, 13 de marzo de 2021

SOBRE EL MAL

 

 

Tratado previamente por San Agustín, sin embargo, fue Leibniz quien empleó el término teodicea por primera vez en su libro Ensayo de Teodicea, en un intento por demostrar, a pesar del mal, la existencia de Dios como creador del “mejor mundo de los posibles” sobre principios de racionalidad, libertad individual y el propio reconocimiento de la existencia del mal.

Filósofos medievales, e incluso algunos ya renacentistas, entendieron que la Creación correspondía al modelo de un Cosmos, un mundo ordenado donde el hombre era su punto culminante en una cosmovisión que explicaba los sucesos de forma teleológica, como fines: el sol es bueno para el crecimiento de las cosechas, el hombre es bueno cuando obedece a Dios, último bien, y el mal es el resultado de la ignorancia humana que en ocasiones no entiende que el exceso de sol y la sequía limitan las cosechas y los alimentos como mecanismo que contribuye a la hambruna y regulación poblacional.

El panteísta Spinoza, ese rebelde amable, continuador de una concepción del mundo ya presente en pensadores como Heráclito, Plotino o Giordano Bruno, critica la explicación monoteísta que castiga tanto a justos como a pecadores, y asimila la deidad al universo donde todo es naturaleza y esencia, donde Dios o la Naturaleza están más allá del Bien o del Mal, tratando de explicar el mal como carencia y donde los dioses no venden nada sin esfuerzo.

Mas cerca de nuestros días, Paul Ricoeur entendió que todas las teodiceas habían fracasado, fracasa en Leibniz, en Voltaire, en Rousseau y fracasa también en Hegel donde el mal es una astucia de la razón para armonizar las causas en el todo. Kant considera que nuestra actitud debe ser combativa, única respuesta práctica que se puede dar porque los intentos teóricos sobrepasan los límites de la razón y pronunciarse sobre ello sería caer en el dogmatismo. Horkheimer y Adorno tras Auschwitz entendieron que la tarea de la filosofía era pensar en los mártires anónimos de los campos de concentración nazis, aunque sus voces finitas hayan sido selladas por la tiranía.

Continuando con Ricoeur, en la Biblia, además del esquema retributivo como explicación mítica del pecado original, existe otro esquema explicativo del mal como un escándalo inexplicable, una cuestión trágica, posición de Job, que confía en Dios a pesar del mal, la tendencia al bien es más fuerte que la propensión inerradicable hacia el mal, ese a pesar del mal es la única posición legítima desde el cristianismo y Kant no postula desde el mal, sino desde posiciones morales del hombre, desde el bien, valorando Ricoeur más la bondad y la belleza que la vida, que el mal.

Dejando en esta reflexión al margen el tema de la culpa, tratada ampliamente tanto por Ricoeur como uno de los símbolos primigenios junto a la pureza y el pecado, como por Freud con sus elementos patológicos, o como en Kolakowski, al que se suele interpretar erróneamente porque nunca negó la ética de los ateos como consecuencia del colorario de la sentencia de Iván de Los hermanos Karamazov de Fiódor Dostoyevski, donde si Dios no existe todo está permitido (su crítica era más bien a los empiristas que niegan la ética por hablar puramente de emociones), digo, que dejando a un lado estas importantes consideraciones imposibles de abarcar en esta pequeña valoración general, si debemos, siguiendo a Nietzsche, criticar a ese tipo de ateísmo moderno que trata al religioso como especie inferior que no es sino fruto de simplistas interpretaciones que consideran el sentimiento religioso únicamente desde el consuelo que produce. Ernst Bloch entendía que un ateo que lo sea debe pensar en la posibilidad real de ser creyente, de igual manera que un creyente debe hacerlo de la posible inexistencia de Dios, el convencimiento tanto de uno como de otro no deja de ser eso, un convencimiento indemostrable, en uno prima más el a pesar del mal, en el otro, la existencia abrumadora del mal, pero en los dos casos se excede en la razón teórica y se hace imprescindible pensar en la posibilidad real de la creencia del otro.

Para finalizar habría que citar, siquiera mínimamente, a Ludwig Wittgenstein porque como bien decía, aunque algún día se resolvieran todas las posibles cuestiones científicas, él además de filósofo era matemático, nuestros problemas vitales, el qué debo haber y qué me debo esperar, preguntas kantianas a la ética y a la religión, no habrían sido rozados en lo más mínimo, no se le puede pedir a la razón instrumental lo que no puede dar, la ciencia es éticamente muda, la ciencia tiene que tener en cuenta a la ética, pero la ciencia no se deriva de la ética, por muchos avances científico-técnicos que lleguen a existir.

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