La clasificación de las ciencias ha sido
algo abordado por la filosofía desde siempre y no debemos reducir este interés
a considerarlo una muestra de posición superior o preeminencia sobre el resto
de ciencias, sino una necesidad de delimitar los límites del pensamiento humano.
Kant ya apuntó que todo conocimiento comienza con la experiencia, pero
no todo él procede de la misma, es el problema epistemológico de los límites de
la razón al margen de todo utilitarismo enciclopédico.
Aristóteles en el siglo IV a.e.c. las dividía en ciencias
poéticas, donde incluía la poesía y la retórica, ciencias prácticas, donde
estaban la ética, la política y la economía, y ciencias teóricas, donde incluía
las matemáticas, la filosofía primera (teología y metafísica) y la filosofía
segunda (física). Esta era la episteme griega donde ciencia y
filosofía se identificaban y cubrían todo el saber existente en una época donde
el filósofo era físico, matemático, astrónomo y teólogo.
En la Edad Media se establecieron 7 artes
liberales (de los hombres libres), divididas en dos secciones: la del lenguaje,
conocida como el trivium y compuesta por la gramática, la retórica
y la dialéctica, y la sección de las matemáticas, el quadrivium,
compuesta por la aritmética, la geometría, la astronomía y la música,
clasificación ésta que señalaba el conocimiento como un “don divino”, una idea
que perduró durante siglos y que tardó en ser eliminada.
Ya con Francis Bacon (1561-1626) se
relacionan las disciplinas con las facultades humanas y así, la memoria es
relacionada con la historia, la imaginación con la poesía, la literatura y el arte,
y finalmente, la facultad de la razón, como lo propio de la filosofía, la teología
y la cosmología. Pero es con La Gran Enciclopedia de 1751 donde Diderot
y D´Alambert rompen definitivamente con la ortodoxia cognitiva del
medievo y en un entorno ilustrado intentan ordenar las ciencias desde la luz
del conocimiento dividiéndolas en tres grandes bloques: ciencias de la
historia, ciencias del hombre y ciencias de la naturaleza, subdividas cada una
de ellas en distintas disciplinas y eliminando la frontera entre lo cognoscible
e incognoscible.
El positivista Comte (1798-1857)
ordena las ciencias a partir de la pérdida de características propias de un
tronco metafísico común y así la pérdida de las categorías mágicas de los
números conforma la astronomía, la emancipación de la astrología forma la
física, la química se desprende de su comunión con la alquimia y la sociología
deja las utopías filosóficas y de la metafísica social, lo que nos lleva a
institucionalizar la ciencia positiva como lo propio que fomenta el progreso y el
bienestar en el plano social y la difusión del método científico. Desde la
lógica filosófica la clasificación de las ciencias persigue fundamentar sus
relaciones de orden superior y de subordinación, así como las propias de
coordinación dentro de cada una y todo ello, desde un contexto temporal
determinado fuera del cual pierden su operatividad.
Desde el marxismo se jerarquizaron las
ciencias desde la primacía de la dialéctica, como aquella que
globalizaba a las ciencias particulares y así Kedrov y Spirkin las
clasifican en ciencias filosóficas, matemáticas, naturales y técnicas y por último,
las ciencias sociales, siendo una división que alcanzó su máxima difusión a
mediados del siglo XX, periodo en el que Jean Piaget (1896-1980) funda
la epistemología genética, donde se estudia el paso de estados de un
menor conocimiento a estados más avanzados en una estructura circular que
partiendo de la lógica y las matemáticas, pasando por la ciencias físicas, las
biológicas y las psicosociales llegaríamos nuevamente a las ciencias formales,
esta vez, en un mayor grado de validez cognoscitivo.
En la actualidad no solo desde la
filosofía se trata el tema de la clasificación de las ciencias: técnicas de
manejo de la información, disciplinas relacionadas con la bibliotecología o representaciones
temáticas de la información afrontan este tema desde una visión más cuantitativa
que epistemológica, por lo que el enfoque filosófico sigue teniendo plena
vigencia.
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