sábado, 6 de marzo de 2021

¿LA NO NECESIDAD DE UN ESTADO?

 

  ORGANIZACIÓN Y UNIÓN DE PUEBLOS NO REPRESENTADOS (UNPO)

Siguiendo la línea emprendida la semana pasada hoy reflexionamos sobre la no necesidad de organizarnos en Estados como única forma imperante de convivencia entre los pueblos. Nietzsche ha sido uno de los pensadores que mejor ha sabido explicar el surgimiento de los Estados como uno de los nuevos ídolos y que ha dado pie a interpretaciones anarquistas: “Estado es el nombre del más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca:  Yo, el Estado, soy el pueblo ”, texto y pensamiento que los movimientos anarquistas han tomado como propio aun a sabiendas que el filósofo alemán refiere el texto al Estado burgués y no compartió plenamente los postulados libertarios, pero se indigna contra la democracia que impone el dominio de la ley, y con ello, de lo impersonal e uniforme, desarrollando la barbarie porque está expresando una cultura que solo se rige por el utilitarismo. La única salida que entiende lleva a la destrucción del Estado, obra que está encaminada a los espíritus libres en la reconquista de su libertad dentro de una sociedad que adopta la forma de un rebaño, le lleva a consecuencias que los individuos deben saber soportar: formación del superhombre y controvertida consideración de que la guerra y el valor han conseguido más grandes cosas que el amor al prójimo. Esto está en consonancia con sus ideas dionisíacas que hoy pondrían los pelos de punta a más de uno y que llevarían a interpretaciones poco rigurosas conducentes al desastre, que condujeron al desastre en las guerras europeas, lo que no deja de ser óbice para considerarlo un visionario.

Se puede diferenciar entre la no necesidad de la existencia de los Estados por considerar territorios que no encajan en este esquema, o comunidades como las nómadas que son agrupaciones sin Estado, o innumerables situaciones parecidas que tampoco encajan en los esquemas ortodoxos de los Estados actuales, pero que sí tienen las características mínimas que los hacen asimilables a ellos (relaciones de poder, unas leyes coercitivas, instituciones de gobierno...) y que están afectas de las mismas consideraciones que pudiéramos hacer de la ortodoxia.

Teorías como la de la fuerza, que intentan explicar la necesidad del Estado, no pueden ser consideradas en realidad como tales sino como justificaciones de su existencia, como la consecuencia de algo inevitable por ser como es la naturaleza humana, por cumplirse la locución latina del Leviatán de Hobbes de que “lupus est homo homine, non homo, quom qualis sit non novit”: lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro (frase enunciada por Plauto en su Asinaria), lo que produce que no estemos fundamentando el Estado sino dando argumentos para su aniquilamiento, así Georg Jellinek se pregunta “si el Estado no es más que una fuerza irracional, brutal, ¿por qué no ha de hacer el ensayo el que está sometido a ese poder, de sacudir su yugo, de eliminar la autoridad?”, estamos dando argumentos a postulados ácratas que pueden entender existen otras maneras de organizarnos que no sean desde posiciones de poder y fuerza, que tengan en cuenta supuestos de una moral superior a la esgrimida, y que facultan los procesos revolucionarios apoyados en la superioridad que dan esas posiciones justificativas del mismo.

La mayor consideración de los fines que cumplen los Estados consecuencia de sus resultados, es lo que ha llevado sistemáticamente a confundir ambos conceptos. Una cosa es pretender llegar a entender la obligada necesidad de este tipo de organización consecuencia de la naturaleza de las cosas, y otra, justificar su existencia por los resultados que produce, porque con este argumentario, y por muy legítimo que pudiéramos considerar nuestros fines, no estaríamos dando sino un arma que igualmente justificara todo tipo de actuación por nuestro bienestar personal, y esto, se llama utilitarismo.

Otras teorías que se han denominado jurídicas, y que son producto del Derecho, de un orden jurídico precedente, no llegan a decirnos de donde surge el mismo como previo al Estado, pero tampoco saben decirnos como lo legitiman, a salvo, desde postulados iusnaturalistas cuyo desprestigio actual no contribuye en su ayuda, o de sus contrarios positivistas que corren igual suerte.

De lo anterior se deduce que si la necesidad inexorable del Estado no existe deben aparecer mecanismos que hagan posible la reversibilidad de esa situación, debe ser posible concebir la desaparición de estos para fundar otra cosa, y de nuevo tenemos que situarnos en una postura que no sea meramente de hechos, no nos interesa tratar la desaparición de un Estado para la formación de otro, ya sea conforme a su ordenamiento, ya sea por actos de fuerza, tampoco nos interesa que segregaciones de parte de territorios conformen Estados nuevos, en definitiva, no queremos hablar de toda la casuística que se pueda dar, lo que nos interesa es tratar algo que no se da, la desaparición para crear ex-novo otra forma organizativa, no desaparece un Estado por voluntad propia sino por imposición más o menos obligada.

 

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