La falta de una formación mínima de conocimientos suficientes para
discernir cuando una organización política comulga con tus convicciones, en
algunos casos larvarias, o únicamente te está atrayendo con falsos ídolos
ajenos a tu propio sentir identitario: regalándote los oídos y sucumbiendo
a encantos espurios, tiene en nuestro país un trasfondo histórico que nos lleva
al largo periodo dictatorial sufrido durante 40 años y las dañinas esquirlas
que marcaron nuestra piel, la piel de quienes vivimos ese oscuro periodo
siquiera de refilón, pero también el impoluto cutis de generaciones recientes.
Es cierto que nuestro país no es el único que ha caído en el
argumentario de partidos políticos de extrema derecha, buscadores de resquicios
donde meter sus mensajes xenófobos, machistas, peripatrióticos, patéticos
del todo, indecentes y simplistas, en una Europa de la opulencia para aquellos
que no quieren perder injustificados privilegios, señalando inquisitoriamente a
migrantes de la miseria de otros.
Heidegger, considerado el mejor
filósofo del Siglo XX, entendió que el hombre ha confundido históricamente el ser
con el ente; el ser es algo distinto a la esencia, la esencia es el
ente, es lo que llamó la diferencia ontológica: el ser lleva dentro
todos los entes, a la vez que transciende cada uno de ellos, principiando por
el primer de los entes, el ser ahí (Dasein) o cada hombre. Siguiendo a Aristóteles entendió
que lo que es, el ser, no es exactamente lo mismo que ser, como
universal por encima de géneros o especies. Estamos hablando de un tema
fundamental en la filosofía, baladí para quienes ramplonamente entiende el
mundo como dado a su provecho, trascendental para quienes ven más allá de apariencias.
Siguiendo con Heidegger: “El ser y su estructura están por encima de todo ente y de toda posible determinación de
un ente que sea ella misma ente. El ser es lo transcendens pura y simplemente.
La trascendencia del ser del ser ahí es una señalada trascendencia, en
cuanto que implica la posibilidad y la necesidad de la más radical
individuación. Todo abrir el ser en cuanto transcendens es conocimiento
trascendental”. Con ello las ciencias tienen la forma de ser del ente hombre
por cuando son modos de conducirse el hombre que designamos con el término ser
ahí, así la investigación científica no es la única, ni la más inmediata
forma de ser este ente ónticamente señalado.
También considerar el ser como dios fue una desviación teológica en la
historia de la filosofía, sustitución del ser por el ente metafísico Dios,
pues bien, para este movimiento falsamente libertario que nos invade en la política
actual, renegado en otros tiempos por minoritario, cifran todo su esplendor en
introducir entes: patrioterismo, pureza racial, rectitud sexual, machismo
protector, justicia vengadora, todos sus idearios, sus desviados referentes, no
son más que hechos contingentes.
Descendiendo a lo mundano, hay una pregunta que los analistas políticos y
quienes nos sorprendemos de actitudes ilógicas formulamos: ¿por qué las gentes
desfavorecidas en lo económico votan políticas manifiestamente contrarias a sus
intereses? Intento dar vagas justificaciones que no me lleven a la famosa frase
de Einstein sobre la estupidez humana y así, alguien que llega a un país
distinto al de su nacimiento, dejando atrás familia y amistades, se sitúa en
posición de privilegio que entiende peligra si se hace común a más migrantes.
Esto mismo se puede transpolar a la permeabilidad de clase social, hoy solo
basada en el poderío económico, que quien consigue no desea compartir.
Marco Aurelio Severo Antonino Augusto,
conocido como Caracalla, gobernó el Imperio romano entre los años 211 y
217, durante la llamada Dinastía de los Severos. No fue un emperador de los más
recordados, pero pasó a la historia al realizar la
mayor concesión de ciudadanía de todos los tiempos (30 millones de personas), y
así, el 11 de julio de 212 se publicó la Constitutio Antoniniana, el Edicto de Caracalla, que otorgó a todos los hombres libres del
Imperio la ciudadanía romana plena y a todas las mujeres libres del Imperio los
mismos derechos que a las mujeres romanas. Dos décadas
después de que se publicara la Constitutio Antoniniana, el Imperio Romano entró
en lo que se conoce como la crisis del siglo III, desorden político, económico
y social que dividió al territorio en tres entidades separadas: el Imperio Romano,
el Galo y el de Palmira. ¿Es este argumento suficiente para justificar políticas que
combatan la inmigración?
Diferente, muy diferente es la
situación actual. Hoy hablamos de migrantes, no de pueblos conquistados, y de
derechos inimaginables para un periodo tan lejano de la historia, pero una cosa
está muy clara, estar fuera del sistema puede ser muy pernicioso para el propio
sistema, hay que integrar a todas las personas.
Sabemos que las élites económicas
influyen en los partidos políticos afines por intereses, para poner en práctica
sus modelos ventajosos y generadores de grandes beneficios a sus empresas,
¿cómo alguien al margen de estas prebendas económicas se posiciona afín, en
perjuicio propio y de intereses? Estos partidos elitistas, camuflados de
populistas, ponen el foco en algún tema puntual al que nadie escapa: si hace
falta ser ultranacionalista se envuelven en la bandera patria y ondean levitando
junto a ella; si hay que defender la pureza racial se acusa a los aprovechados
migrantes del esfuerzo nativo; si lo que toca es la seguridad patrimonial pues
a enaltecer la represión policial, eso sí, la seguridad ante violencias de género
se diluye por los posibles errores judiciales; si la cultura se tiene que defender no hay nada
como una buena corrida de toros que a todos nos eleva a la cima de la
sabiduría. “Díganme un tema que les daremos la solución”, no hay nada como tener
una buena educación privada, excluyente, segregada y sectaria para deambular
por la vida y tener soluciones simples y sencillas, o ¿es qué no saben lo que
es la Navaja de Ockham?
La ramplonería de estos partidos,
natural o simulada, dependiendo del grado de delirio de sus dirigentes, nos
lleva a plantearnos si esta deriva puede ser enderezada en un país talentoso,
creativo y solidario que sufre durante mucho tiempo la superchería de
vendedores de bienestar y que solo el poder les enerva. Cabría preguntarnos si
por un error del destino todas las personas fuéramos acaudaladas y pudientes,
sin necesidad de trabajar para subsistir, ¿estos particos querrían gustosos tal
situación?
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